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Artista, docente, ensayista, crítico y promotor de arte español.

Esperando a los bárbaros
Joan Fontcuberta

Artista, docente, ensayista, crítico y promotor de arte español.

¿En qué agujero se ha escondido el futuro?, se pregunta el historiador Philipp Blom. Nos ha pillado la revolución y los fotógrafos hemos de decidir en qué lado de la historia nos ponemos: leo que una imagen fotorrealista generada por un programa de inteligencia artificial ha ganado un importante concurso fotográfico internacional. Conmocionada, una periodista de La Vanguardia se pregunta si llegará el momento en que una pseudofotografía de este tipo se imponga en el World Press Photo. Pero la pregunta está mal formulada. Lo que deberíamos cuestionar es si en el escenario actual  seguirá teniendo sentido una convocatoria como la del World Press Photo. Hace bastante tiempo cayó un meteorito y los fotosauros hemos hecho como que la cosa (la postfotografía) no iba con nosotros. Hasta que nos hemos dado de bruces con este nuevo régimen visual propiciado por algoritmos.

No quiero caer en la tentación de preguntarle al Chat GPT cuál es el porvenir de la fotografía. Prefiero seguir privilegiando mi estupidez natural a la inteligencia artificial. Y esta estupidez natural me lleva a varias cavilaciones. La primera fotografía cuyo original se conserva data de 1826 pero hay constancia de una toma anterior, La table mise, de 1822, de la que solo sobreviven reproducciones como referencia. Felicidades, la fotografía ha cumplido doscientos años y podemos darnos más que satisfechos por el cometido que ha cumplido. Pero es previsible que a partir de ahora la fotografía tal como la conocemos vaya convirtiéndose en una práctica residual dentro de la masiva producción de imágenes. Cada vez más abundarán imágenes hechas por máquinas para comunicarse con otras máquinas, que nos dejarán a los humanos al margen. El crítico estadounidense Colin Westerbeck concluía que cuando un medio de comunicación pierde su función social se convierte en arte. Le pasó a la pintura cuando su razón de ser fue usurpada por la fotografía. Y ahora es la fotografía la que debe replegarse: pronto solo le quedará el arte.

Por eso saludo a aquellos disidentes que proponen fórmulas de resistencia. La primera fotografía, “La table mise”, era un antotipo, es decir, una impresión efectuada sobre emulsiones fotosensibles a base de plantas (Niepce utilizó aceite de lavanda). Frente a una tecnocracia disruptiva pero también contra el efecto contaminante de los químicos empleados en la fotografía convencional, algunos autores con sensibilidad ecológica recurren a procedimientos alternativos como el cafenol (revelado a base de café) o a emulsionar sus papeles con espinacas, amapolas o romero. Representan la actitud testimonial y poética, pero también la metáfora del puñado de irreductibles galos rodeados por legiones enteras de romanos. Ojalá lo que quede de la fotografía nos depare aventuras tan emocionantes como las de Astérix y Obélix.

¿Hacia dónde va la fotografía?

PHotoESPAÑA2023